Pocas son las personas
que en la historia mundial quedaron y quedarán como hombres y mujeres comprometidos
con la Paz y con el Diálogo.
Podemos nombrar al
Mahatma Gandhi, a la Madre Teresa de Calcuta, a Nelson Mandela, a John Lennon,
a Bob Marley. Puedo nombrar a mi Madre también que en lo personal fue siempre
quien me transmitió luz y enseñó sobre la Paz.
Jorge Mario Bergoglio,
FRANCISCO como lo conoció el mundo, levantó las banderas de la igualdad, la
libertad, la solidaridad, el pluralismo y el diálogo, entre otras, y llamó
constantemente a construir la fraternidad y la amistad. Fue un revolucionario
hasta donde pudo, dentro de la Iglesia Católica.
Un Papa sin duda, y a
todas luces, distinto. Más allá de la religión, o no, que profese cada uno, es un
Líder que siempre fue un eco de la compasión, de Justicia Social y de
humanidad; nos enseñó que la FE verdadera se mide en los gestos, en la calle,
en la mirada al más vulnerable.
En su Encíclica “Fratelli Tutti” nos impulsa a
reflexionar sobre varias cuestiones para que ese sueño de fraternidad y de
amistad no quede solo en palabras. Nos dejó muchos conceptos que hoy en día son
más que urgentes de llevarlos a cabo:
1. Entre
todos. Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo
la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo
mundial de hermandad. Entre todos: He
ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa
aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. Se necesita una comunidad que
nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia
delante. ¡Qué
importante es soñar juntos! Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en
los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos. Soñemos como una
única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta
misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus
convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos. (Punto 8)
2. Devolver la esperanza. En
el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se
debilitan, y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una
utopía de otras épocas. Vemos cómo impera una indiferencia cómoda, fría y
globalizada, hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño
de una ilusión: creer que podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos todos
en la misma barca. Este desengaño que deja atrás los grandes valores fraternos
lleva a una especie de cinismo. Esta es la tentación que nosotros tenemos
delante, si vamos por este camino de la desilusión o de la decepción. El
aislamiento y la cerrazón en uno mismo o en los propios intereses jamás son el camino para devolver
esperanza y obrar una renovación, sino que es la cercanía, la
cultura del encuentro. El aislamiento, no; cercanía, sí. Cultura del
enfrentamiento, no; cultura del encuentro, sí. (Punto 30)
3. Reconstruir
este mundo que nos duele. La parábola del buen samaritano es un
ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que
necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele. Ante tanto dolor,
ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano. Toda otra
opción termina o bien al lado de los salteadores o bien al lado de los que pasan
de largo, sin compadecerse del dolor del hombre herido en el camino. La
parábola nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer una comunidad a partir de
hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás,
que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos
y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común. (Punto 67)
4. Redescubrir
la fraternidad. La fraternidad no es sólo resultado de
condiciones de respeto a las libertades individuales, ni siquiera de cierta
equidad administrada. Si bien son condiciones de posibilidad no bastan para que
ella surja como resultado necesario. La fraternidad tiene algo positivo
que ofrecer a la libertad y a la igualdad. ¿Qué ocurre sin la
fraternidad cultivada conscientemente, sin una voluntad política de
fraternidad, traducida en una educación para la fraternidad, para el diálogo,
para el descubrimiento de la reciprocidad y el enriquecimiento mutuo como
valores? Lo que sucede es que la libertad enflaquece, resultando así más una
condición de soledad, de pura autonomía para pertenecer a alguien o a algo, o
sólo para poseer y disfrutar. Esto no agota en absoluto la riqueza de la
libertad que está orientada sobre todo al amor. (Punto 103)
5. Todos
en la misma barca. Necesitamos desarrollar esta conciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva
nadie. La pobreza, la decadencia, los sufrimientos de un lugar de la tierra
son un silencioso caldo de cultivo de problemas que finalmente afectarán a todo
el planeta. Si nos preocupa la desaparición de algunas especies, debería
obsesionarnos que en cualquier lugar haya personas y pueblos que no desarrollen
su potencial y su belleza propia a causa de la pobreza o de otros límites
estructurales. Porque eso termina empobreciéndonos a todos. (Punto 137)
6. Hacia
una civilización del amor. A partir del «amor social» es posible
avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos
convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo
nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr
caminos eficaces de desarrollo para todos. El amor social es una
fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de
hoy y para renovar profundamente desde su interior las
estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos. (Punto 183)
7. La
importancia del diálogo. Acercarse, expresarse, escucharse,
mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso
se resume en el verbo “dialogar”. Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente
necesitamos dialogar. No hace falta decir para qué sirve el diálogo. Me basta
pensar qué
sería el mundo sin ese diálogo paciente de tantas personas generosas que han
mantenido unidas a familias y a comunidades. El diálogo
persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos,
pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos
darnos cuenta. (Punto 198)
8. Artesanos
de paz. Los procesos efectivos de una paz duradera son ante todo
transformaciones artesanales obradas por los pueblos, donde cada ser humano puede ser un fermento eficaz con su estilo de vida
cotidiana. Las grandes transformaciones no son fabricadas en
escritorios o despachos. Entonces cada uno juega un papel fundamental en un
único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una
página llena de esperanza, llena de paz, llena de reconciliación. Hay una “arquitectura” de la paz, donde
intervienen las diversas instituciones de la sociedad, cada una desde su
competencia, pero hay también una “artesanía” de la paz que nos involucra a
todos. (Punto 231)
9. Podemos
perdonar. El perdón no implica olvido. Decimos más bien que
cuando hay algo que de ninguna manera puede ser negado, relativizado o
disimulado, sin embargo, podemos perdonar. Cuando hay algo que por ninguna
razón debemos permitirnos olvidar, sin embargo, podemos perdonar. El
perdón libre y sincero es una grandeza que refleja la inmensidad del perdón
divino. Si el perdón es gratuito, entonces puede perdonarse aun a
quien se resiste al arrepentimiento y es incapaz de pedir perdón. (Punto 250)
10. Ir
al encuentro. Pido a Dios que prepare nuestros corazones al
encuentro con los hermanos más allá de las diferencias de ideas, lengua,
cultura, religión; que unja todo nuestro ser con el aceite de la
misericordia que cura las heridas de los errores, de las incomprensiones, de
las controversias; la gracia de enviarnos, con humildad y mansedumbre, a los
caminos, arriesgados pero fecundos, de la búsqueda de la paz. (Punto 254)
Seamos como nos dijo Francisco: EMPRENDEDORES DE SUEÑOS. Gracias Santo Padre, el camino está marcado. “Quien quiera oír que oiga”.
Luis A. Sebriano

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