COLON, LO QUE SU HISTORIA OCULTA
Por el Prof. Dr. Antonio LAS
HERAS
Sostenemos que, hacia finales del Siglo
XV, se hizo necesario dar a conocimiento público la existencia del Nuevo Continente, lo cual –
hasta ese momento – era mantenido en el mayor secreto posible. Que, para ser
concretos, cada vez era menos secreto y menos posible de mantener.
El Gran Almirante tenía suficiente
conocimiento de que no viajaba en busca de Japón, ni del extremo de Asia, sino que
habría de dirigirse hacia unas tierras que los europeos – así como lo hicieron
vikingos, fenicios, chinos, egipcios, israelitas, griegos e hindúes – visitaban
desde hacía siglos con fines estrictamente comerciales.
Cuando se advirtió que ya era imposible
seguir manteniendo el ocultamiento, los reyes de Portugal, España y Francia –
en acuerdo con el Papa – idearon un plan que les permitió dar a luz los hechos
mediante un relato (al que Colón se prestó no sin inconvenientes) que les
permitió dividirse las Nuevas Tierras con visos de legalidad.
El Tratado de Tordesillas es el acto
que cierra toda esta historia. Firmado el 7 de junio de 1494 entre los representantes
de Isabel y Fernando, reyes de Castilla y Aragón con el rey de Portugal Juan II
usando la propuesta del Papa Alejandro VI.
El “Nuevo Continente” era conocido por
todos los grandes navegantes cuando todavía Cristóbal Colón ni siquiera pensaba
con atravesar el Atlántico. Mucho se viajaba a América ya entonces, generando
un intenso tráfico de mercaderías. Los marinos, antes de zarpar, juraban – si
eran cristianos – sobre los Evangelios no revelar ni el destino ni la ruta del
viaje.
Marino de Tiro (Siglo I a. J.) en un
barco romano guiado por un capitán griego (navíos enormes con capacidad hasta
para 600 pasajeros y amplias bodegas) realiza un viaje comercial a Indochina
navegando por Borneo. Siguió al este muchos días hasta que arribó a Catigara,
una población en las actuales costas peruanas sobre el Océano Pacífico. El
famoso mapa de Ptolomeo, que muestra el continente americano, se basa en el trazado
por Marino de Tiro.
Chinos e hindúes conocían América a la
que llegaban recorriendo un “golfo gigantesco” que en los mapas
figura como “Sinus Magnus.” Creían que era un “golfo” porque navegaban
bordeando las costas asiáticas y americanas del Pacífico. Los chinos – que
fueron excelentes navegantes – llevaban en sus navíos a los hindúes, muy buenos
comerciantes pero malos navegantes.
Catigara es una palabra sánscrita. Está próxima
a Chan
Chan (Golfo de los Chinos) y a Peten donde se habla, desde siempre,
una forma china de sánscrito.
Hay claros elementos indicativos de tales
travesías hacia 450 a .
J. época en que los chinos realizaron sus primeros viajes por el Pacífico
llegando a las costas americanas. En China hay documentos que mencionan
animales y plantas con descripciones que se ajustan a las de los búfalos y el
maguey describiendo en este último caso hasta las aplicaciones útiles que este
vegetal tiene y que los aborígenes precolombinos siempre aprovecharon. Los
chinos le hablaron a Marco Polo (1254/1324), quien fue contemporáneo de la
Orden del Temple, de que más allá del mar había una civilización.
Desde el Siglo XIII los europeos
llegaban a América. Normandos, bretones y vascos pescaban en Terranova desde el
Siglo XIV, a punto tal que todavía hoy hay un sitio que se llama “Cabo
de los Bretones” enclavado en la actual provincia canadiense de Nueva
Escocia.
Antonio Pigafetta,
Caballero de la Orden de San Juan, en la primera expedición de Magallanes, ya conocía como
era la entrada al estrecho (1520) antes que, siquiera, lo hubieran visto.
El Papa otorga tierras a España y
Portugal antes que Colón haya concretado su “descubrimiento”. ¿Cómo tenía
certeza Su Santidad de que habrían de hallarse nuevas tierras? A la vez el Rey
de Francia informa al embajador español que su corona reconocerá el laudo
pontificio menos en aquellos sitios a donde sus pescadores viajaban desde dos
siglos atrás. Regiones que se ubican en el actual Atlántico Norte.
Simón
Wiesenthal – el ya fallecido buscador de nazis fugitivos
– en un libro publicado a mediados del Siglo XX – titulado “Las Velas de la Esperanza ”
afirma que Colón viajó a América en misión secreta de la colectividad sefardita
española para asegurar un lugar donde los judíos residentes en la península pudieran
establecerse ante la necesidad de ser obligados a emigrar.
Es curioso que Colón, a quien tanto le
gustaba la figuración y las pompas, haya hecho levantar anclas del Puerto de
Palos a sus tres navíos en forma secreta, intempestiva, en horas de la
madrugada cuando todavía el Sol no estaba sobre el horizonte. Embarcó aquel viernes
3 de agosto de 1492, a
30 judíos, incluyendo a Luis de Torres quien leía hebreo. Esto
debido – de acuerdo a Wiesenthal – al hecho de que por “entonces se creía que las diez tribus perdidas
de Israel se encontraban en las Indias". Esto
ocurre justo horas antes de que venciera el plazo impuesto por el Rey Fernando,
el Católico, para que todos los judíos no conversos abandonaran territorio
español. A diferencia de lo que era habitual en este tipo de viajes, Colón no
lleva a ningún sacerdote católico.
Conviene precisar, ahora, que el viaje
es financiado principalmente por un destacado comerciante Luis de Santangel (judío
converso) – Escribano de Ración de la
Casa Real y Tesorero de la Corona de Aragón, algo así como el
Ministro de Economía del Rey Fernando – y algunos otros judíos como Abraham
“el Viejo” y el Rabí Isaac Abravanel. Es falso que
se empeñaran las joyas de Isabel, reina de España.
Bartolomeo, hermano de Cristóbal Colón,
era un eximio cartógrafo y Cristóbal aprende de él. En esos tiempos hace un
viaje a Irlanda y a Groenlandia llegando, probablemente, a las costas de
América del Norte.
Groenlandia era conocida como Findland
y había colonias vikingas establecidas entre los siglos X y XIV en la región costera
de norteamérica.
Colón consigue ingresar, con la ayuda
de una dama de la nobleza, a los archivos de la tesorería del rey portugués, en
Lisboa. Encuentra, entre otros, el mapa del matemático Toscanelli que muestra
las costas de una supuesta “Asia” muy próximas a Europa. Reside por cinco meses
en Lisboa y confirma la idea de que del otro lado del Atlántico hay tierra.
Luego se instala por un tiempo en las Islas de Madeira donde conversa discreta
y cuidadosamente con los más avezados marineros quienes le refieren datos,
aunque muy difusos, de que en el otro extremo del océano hay tierra. Por otro
lado comprueba que, de vez en cuando, las aguas atlánticas arrojan a las costas
objetos – maderas manufacturadas, por ejemplo – de origen absolutamente
desconocido. Escucha, de distintas fuentes, el comentario de que una vez habían
hallado una embarcación con cadáveres de seres humanos con vestimentas nunca
vistas ni antes ni después.
En Salamanca, Colón brinda su informe a
los sabios geógrafos afirmando que encontrará tierra a 5.772 km . de la costa
europea. (Lo cual es exacto.) Los científicos no aceptan la idea colombina.
Para esa fecha recibe una carta de Don
Segundo, rey de Portugal, haciéndole conocer que si lo desea será
bienvenido a tierras lusitanas y que, en caso de haber sobre él algún crimen,
queda amnistiado desde ya. De acuerdo a algunas investigaciones Colón había
obtenido datos fidedignos para llegar a América de la boca de cinco marineros
quienes, en su totalidad, aparecen muertos envenenados tras una cena con quien
después sería el Gran Almirante.
Durante sus días de apogeo, la Orden
de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Jerusalén (Templarios)
también arribó, con cierta frecuencia, (Siglo XIII) a las costas de lo que
luego se llamará América, buscando proveerse del metal de plata con el que
acuñaron moneda en Europa. Llegado a éste punto conviene recordar que las velas
de las tres embarcaciones que partieron del Puerto de Palos exhibían la clásica
Cruz Templaria roja sobre el paño blanco. Tal como las capas de los Caballeros
de la Santa Orden. Una interesante y significativa coincidencia.
Por otro lado, Cristóbal Colón pone
como capitán de la Pinta
a Martín
Alonso Pinzón – “casualmente”, el primero en advertir tierra... quizás
porque en sus mapas ya figuraban esas islas conociendo de antemano cuando habría
de observarlas – quien era un destacado
navegante al que, años antes, una tormenta había llevado su embarcación hasta
lo que hoy es el norte de Brasil.
Ya en el siglo XIII eran desembarcados
en Normandía troncos de una madera denominada “brasil” (de “brasa” por el color
similar a un carbón encendido) manteniéndose en secreto el origen de los
mismos; salvo en el “Libro de los Gremios” en que se deja clara constancia. De
esos mismos “Gremios” (que habían recibido, en su momento, a miembros de la
Orden del Temple cuando la persecución de Felipe IV, rey de Francia) surgirá
cuatro siglos después la moderna Masonería especulativa.
A la vez fueron – en ese siglo XIII –
los Templarios quienes administraban los Gremios y eran conocedores de América
de donde arribaban sus naves para, entre otros productos, extraer la plata con
que financiaron todas sus construcciones.
Los historiadores Enrique de Gandía,
Jacques de Mahieu y Dick Edgar Ibarra Grasso – entre tantos otros – constataron
la existencia de mapas – donde pues advertirse no sólo el continente americano
sino también la Antártida – confeccionados siglos antes del arribo de Colón a
éstas costas.
Colón en su primer viaje no llega al
continente americano sino a las Islas Antillas que ya figuraban en los mapas.
El viaje de Colón no es, pues, otra
cosa que el camino elegido para la revelación pública de datos secretos que
atesorados en manos – desde hacía siglos – de la realeza, los grandes
comerciantes y los principales capitanes de mar. Cuando ya no fue posible
seguir manteniendo el secreto debido a la posibilidad cada vez más concreta de
que algún aventurero diera a conocer el hallazgo a título personal, fue tomada
la decisión de difundir esta información guardándose Portugal y España –
entonces dueñas del poderío marítimo – de dividirse los territorios (mediación
a cargo del Sumo Pontífice) aún antes de haberlos descubierto “oficialmente”.
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