Los jóvenes y el peronismo
Por Lisandro Bonelli
¿Qué es ser joven? ¿Es sólo una cuestión cronológica? ¿Hace también a una cuestión de espíritu? Mucho se ha hablado del tema. Pero en materia política el análisis mixturado de ambos conceptos adquiere quizá mayor relieve que en otros terrenos. La cuestión cronológica de la juventud no admite mayores análisis. Pero enlazada a la temática política, bien podría uno preguntarse: ¿hasta qué edad se es joven políticamente? ¿Interesa únicamente lo que dice el documento de identidad o entra en juego la cuestión espiritual?
José Martí decía que “la actividad es el símbolo de la juventud”. Ahí tenemos un primer rasgo: el joven hace, tiene una conducta activa, tiene un comportamiento creador. Si nos vamos más atrás en el tiempo, William Shakespeare dijo que “los viejos desconfían de la juventud porque han sido jóvenes”. En esta frase podemos encontrar el otro rasgo esencial de los jóvenes: la rebeldía. Los viejos conocen esa rebeldía, y al haberse aplacado por aburguesamiento o claudicación pretenden frenar el ímpetu transformador de la juventud. Para ser jóvenes tenemos que serlo en los papeles pero también en el espíritu. Porque el joven quiere transformar la realidad que lo rodea. Pretende cambiar las cosas, sobre todo aquellas que están mal, que implican injusticias. El joven quiere modificar el status quo, quiere revolucionar. Trasladando esa idea a nuestro movimiento peronista, podríamos hacernos esta pregunta: ¿Perón era joven? Si ser joven es ser revolucionario, es cambiar el estado de cosas, es luchar por la justicia social, ¿quién hizo más por todo eso que Perón? Tenía, el 17 de octubre de 1945, 50 años recién cumplidos. Aún así, si alguien insiste en que la juventud necesariamente incluye una cuestión cronológica, cambiaremos la pregunta: ¿quién fue el primer joven peronista? Porque la Juventud Peronista como estructura política organizada se fundó en 1957. Los fundadores fueron Gustavo Rearte, Carlos Caride, Felipe Vallese, Envar El Kadri y tantos otros. Pero antes que ellos, muchos incluso mártires de la resistencia peronista, hubo alguien a quien nos gustaría identificar como el primer joven peronista. Alguien que participó activamente del 17 de octubre de 1945, gesta fundacional del peronismo, y tenía entonces exactamente 26 años, 5 meses y 10 días. Si uno dice “el primer joven peronista”, la cuestión de género lleva a pensar en un hombre. Pero hablamos de una mujer. La mujer del peronismo. Eva Perón, Evita, la joven mujer de aquel coronel que en esa jornada y en todas las que vendrían puso de relieve, a la par de su cronológica juventud, ese espíritu rebelde, transformador, revolucionario. Nadie más joven que Evita, que aún vive y lo sigue siendo, porque aún vive en todos los peronistas ese fuego revolucionario que le insufló al movimiento, apuntalando la gran obra del hombre más trascendente de la historia argentina.
No en vano hicimos referencia a 1957. Porque como buen movimiento de jóvenes con inquietudes políticas, se fundó en la resistencia. Aquella JP, bien bautizada gloriosa JP, germinó en la resistencia a uno de los regímenes más nefastos, criminales y proscriptores de la historia de América Latina: la dictadura fusiladora de Aramburu y Rojas. Fue en ese ámbito que aquellos jóvenes peronistas comenzaron su derrotero. Por jóvenes y por espíritu revolucionario dejaron la vida fácil y pasiva de muchos otros, y se comprometieron en la lucha contra la opresión. La vida de las juventudes políticas siguió después marcada, en la historia argentina, por un camino de aciertos y errores, de arrojos y cobardías, de lealtades y traiciones. Pero nadie puede poner en duda el papel vital de la juventud política, pero fundamentalmente de la Juventud Peronista , en la lucha por conquistar definitivamente un estado de derecho para nuestro país. Y si bien es cierto que nuestra realidad actual es bien diferente a la de 1957, no es menos cierto que los jóvenes siguen jugando un papel fundamental. Aunque desde 2003 muchas sean las conquistas que se hayan recuperado, aunque la realidad nos indique que el país ha vuelto a respirar aires de justicia social como se respiraban en los gobiernos de Perón, aunque hoy los argentinos –incluidos los jóvenes– podamos sentirnos representados por un gobierno nacional y popular que nos defiende, que defiende a los trabajadores,
que defiende las banderas históricas de Perón y Evita, a pesar de todo eso, sigue siendo necesaria la participación activa y transformadora de los jóvenes. Porque siempre quedan resabios oligárquicos y conservadores, siempre restan por vencer viejos y gastados prejuicios antipopulares, siempre es necesario luchar contra fuerzas gorilas enquistadas en distintos sectores de la sociedad. Y sobre todo en una sociedad globalizada en la que los medios de comunicación implican verdaderos ejércitos de ocupación. Ocupación de conciencias (colonización cultural, diría Arturo Jauretche), ocupación de voluntades. Y contra todo eso nos volvió a convencer que luchemos otro joven peronista. Un hombre que vino desde el sur a mostrarnos que era posible volver a luchar por la soberanía política, la independencia económica y la justicia social en nuestro país. Vaya si lo logró, de allí la idea de calificarlo como joven peronista: transformó, revolucionó, se rebeló ante los poderes establecidos, los enfrentó. Y les fue ganando hasta el último día de su vida. Por eso decimos que Néstor Kirchner fue otro joven peronista. Y lo es también Cristina, nuestra joven presidenta. A la que hay que ayudar para seguir en esta diaria lucha contra aquellos sectores que no se resignan a perder un centímetro de sus privilegios. Y para eso la presidenta, que es decir nuestro gobierno, el que representa y defiende el modelo económico nacional y popular de pleno empleo y oportunidades para todos, necesita de todos los peronistas, de todos los hombres del campo popular que se han sumado y quieran sumarse, pero sobre todo necesita de los jóvenes. Jóvenes como esos que desfilaron en Casa de Gobierno los últimos días de octubre de 2010, no sólo para despedir al joven del sur que se nos fue en plena lucha, sino para darle su testimonio de compromiso, su manifestación de agradecimiento, pero a la vez mostrándose involucrados. Esos jóvenes fueron más que a un velatorio, fueron a jurar lealtad al presidente que les devolvió la esperanza. Porque un joven sin esperanza es ese joven del cual los viejos no desconfiarían, al decir de Shakespeare. Porque sin esperanza también carecería de rebeldía, de espíritu transformador. Los peronistas sabemos lo que es el espíritu transformador, la rebeldía, el querer cambiar las cosas. Porque somos herederos del legado de Perón, de Evita y de Kirchner. Tres revolucionarios, tres transformadores, tres jóvenes. Como todos nosotros, ya sea en edad o en espíritu.
Para terminar, nada mejor que recordar aquella famosa referencia del general Perón que muchos han querido interpretar y capitalizar a lo largo de la historia. Simplemente queremos usar esas tres palabras pensando en el futuro, no en el pasado. Abrazando las ilusiones que tenemos hacia adelante, y no revolviendo en los tropiezos del pasado. Volvamos a ser una juventud que merezca aquel calificativo del líder máximo de nuestro movimiento. Defendiendo a nuestra presidenta, nuestro gobierno, nuestros ideales, volvamos a ser… esa juventud maravillosa.
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