viernes, 28 de septiembre de 2012

Nota de la Viuda del Subcomisario Eber Miguel Falcón, asesinado cobardemente por Félix Díaz y sus secuaces


“Menosprecio hacia el dolor”

Menosprecio hacia el dolor y cinismo es lo que demostró Félix Díaz, primero al recibir la distinción de Doctor Honoris Causa de parte de la Universidad Católica de Córdoba, para luego referirme a mí como si fuese una suerte de  marioneta utilizada por el Gobierno para montar una campaña de desprestigio en su contra, lo que me causó aún más indignación porque desmerece mi sufrimiento y el de la familia de mi marido fallecido.
Como viuda del subcomisario Eber Miguel Falcón me siento abatida por todo esto porque desde el 23 de noviembre de 2010, día en que asesinaron a mi esposo, no tengo paz.
Cuando pienso que voy a encontrar un poco de consuelo suceden este tipo de cosas y me entero por los medios que el principal responsable e instigador del homicidio de mi difunto marido es considerado un “hombre que lucha en forma pacífica por los derechos aborígenes” y hasta recibe premios.
Aunque desde algunos sectores intenten hacer aparecer a Félix Díaz como una suerte de Santo, siempre lo voy a ver como el culpable de la muerte de mi esposo. ¿Por qué cree usted  que tiene derecho a cuestionar mi sufrimiento o a tratarme como una persona que se deja manejar o utilizar?.
Tengo suficiente dignidad y amor propio como para dejar que el asesinato de un hombre de bien, con el que compartí mi vida y al que me lo arrebataron, termine de manera impune. Por eso exijo justicia porque sepan todos que el policía asesinado Eber Miguel Falcón era esposo, hijo, hermano, amigo, vecino, con los mismos derechos que cualquier otra persona.
Señor Félix Díaz, todos tenemos derechos y no sólo las comunidades aborígenes. La lucha que usted dice embanderar no le da impunidad ni facultades para pisotear a los demás, ni tampoco a desacreditar y restarle legitimidad a mi dolor.
Siempre me manejé sola y no tengo el poder ni el aparato mediático montado como lo tiene usted, si hasta premios Nobeles impulsan esta situación. Lo único que me mueve es el vacío que el asesinato de mi esposo dejó, el dolor y el sufrimiento de su ausencia.
A los notables que entregan premios nobles y a otras personalidades con poder en nuestra sociedad sólo les pido respeto por el dolor ajeno y dignidad, dos virtudes que muchos parecen no tener.
Pero como ocurre muchas veces, algunos siempre prefieren mirar sólo lo que les sirve y les conviene a sus fines, como el caso de las autoridades de la Universidad Católica de Córdoba que en ningún momento pensaron en mi padecimiento y mucho menos hablar conmigo, escucharme, ponerse en mi lugar. Actitud poco cristiana si las hay.
Tampoco mi marido asesinado fue recordado por esta Universidad o su rector. Lamentablemente esto sucede porque no nos ponemos en lugar del que sufre y para colmo tienen el tupé de hacer quedar a los culpables como víctimas. Sólo Dios se encargará de darnos a cada uno lo que corresponde y así que algún día llegará la justicia divina, sería bueno que la justicia terrenal también se expida para aliviar en parte nuestro padecer.

Idalina Mendoza Vda. de Falcón

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