lunes, 18 de julio de 2011

Necesidad de jerarquización de la militancia

por Aníbal Fernández

Cuando una persona comienza su vida activa en una sociedad determinada, comienza a contraer deudas que tarde o temprano deberá pagar con su comportamiento que importe un mayor compromiso con sus congéneres y con el sufrimiento de ellos. Esta conducta, por una cuestión de convención idiomática se llama militancia, palabra en que aún resuenan sus abuelos etimológicos, los milites, los soldados.


Esta militancia, necesaria para canalizar los proyectos políticos, sociales, culturales o de cualquier otra índole, es la savia que nutrirá a las generaciones por venir. Ante la crisis de falta de compromiso generada en el “fin de las ideologías” o lo que es peor, en la búsqueda desesperada para ser “candidato” antes que un cuadro de la política, se hizo necesario replantear la militancia desde un sitio menos sectario y menos cerrado. Enorme mérito de Néstor y Cristina.

A nadie se le puede ocurrir sensatamente que la militancia es un concepto partidario, importa poco dónde la gente forma su compromiso militante, lo que la llevará en un sentido determinado es su formación anterior y no el lazo absolutamente temporal de las circunstancias de un partido político determinado. Por otra parte sería un error plantear la militancia como un concepto político exclusivo, ya que existen una infinidad de ámbitos en donde es posible completarse como persona social.

La sociedad necesita de militantes en sus ámbitos más diversos, necesita de gente que motiven y realicen el accionar de las “Organizaciones libres del Pueblo” como las llamaba Juan Perón. Por otra parte este compromiso vital favorecerá no sólo a la sociedad en su conjunto sino a quienes lo asuman como una razón de vida.

Una sociedad sin militantes es una sociedad agónica y destinada a sucumbir ante la anomia. Es necesario conquistar la mística perdida en la militancia con objetivos sociales, recuperar los seres humanos como individuos totales y comprometidos con la sociedad que los alimentó, educó y formó. Posiblemente entre la dictadura militar que operó como trituradora de ideales, y la primavera democrática que convenció a la gente de la posibilidad de mercar con la militancia, estén las causas más profundas del descreimiento actual.

Es ocioso repetir que el sector en donde mejor se puede estimular una militancia real es en la juventud, en donde los seres humanos naturalmente tienen ideales y fuerza, para lo cual habrá que contemplar también la jerarquización del ser humano joven para estimular una buena cuota de devolución. Poco importa entonces, el lugar o las circunstancias de la militancia, lo importante es renovar esa especie de fuego sagrado que supo animar a mucha gente en este país y canalizarlo hacia la actividad constructiva.

Sería impensable un país que no le interesara a sus ciudadanos y por el cual ellos mismos no estuvieran dispuestos a una pequeña cuota de sacrificio personal. No se trata aquí de tener una legión de Mahatma Gandhi o Eva Perón, aunque sería ideal, sino de estimular la conducta de que el otro me importe en serio a darle una mano desde mi lugar de privilegio. ¿O acaso no es privilegio la buena alimentación, la cultura y tantas otras cosas de las cuales miles de personas disfrutan a expensas del sufrimiento del prójimo?

Después del desaguisado del 2001 y la llegada de Néstor y de Cristina al Gobierno para resolverlo y las particulares circunstancias que vive nuestro país no sólo imponen esta tarea de revitalizar la militancia, sino que son ideales para que ello suceda, para que exista una real renovación del staff político, cultural o social gobernante, sin ella, la militancia, toda tarea será estéril por definición y corta, muy corta en el tiempo.

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